Península

«Donde se accidentó Pedro había humo y mucha gente»

Don Roger de Jesús Cantillo Valencia relata lo que vivió el fatídico 15 de abril de 1957: "fue un día muy triste para México

Por Martha López Huan 

Fotos Don Roger

El 15 de abril de 1957 una noticia sacudió a México: «Pedro Infante ha muerto».  «Se estrelló en Mérida el avión que piloteaba el gran ídolo de México».

El actor y cantante de 39 años de edad que estaba de la cúspide de la fama y era uno de los favoritos en la época de oro del Cine mexicano, murió en Mérida, Yucatán, cuando el avión que lo transportaría a la capital de país se estrelló en un predio de la calle 54 entre 87, propiedad de don Rubén Canto Sosa, donde estaba la tienda La Socorrito.

Entre la multitud que se concentró por el rumbo estaba un niño de siete años de edad: Roger de Jesús Cantillo Valencia, quien junto con su hermano y otros dos compañeros fueron a ver el accidente que conmocionó y enlutó a la nación entera.

En entrevista exclusiva, en el lobby del Hotel Boulevard Pedro Infante, en la avenida Itzáes donde vivió el famoso actor, don Roger Cantillo Valencia de 71 años de edad, se remonta al pasado y cuenta aquel Viernes Santo de 1957.

«Recuerdo que estaba jugando cuando llegó la vecina y me pidió que la acompañara a la quinta de los chinos donde vendían hortalizas. Cuando llegamos a la tienda escuchamos a unas señoras que gritaban: ´Murió Pedro Infante´, pero no sabíamos por qué».

La señora llevó al niño a su casa: «mi familia tenía prendida la radio y estaban informando que efectivamente Pedro infante había fallecido poco antes de que despegara el avión que lo trasladaría a la capital del país. El accidente ocurrió por la 50 sur en una tienda que se llamaba La Socorrito. Ahí estaba el alboroto de la gente. Había humo y mucha gente llorando, gritando, porque el artista sinaloense era muy apreciado en Mérida».

El intérprete de «Amorcito corazón», «Cien años» y «Eufemia» venía constantemente a la Península de Yucatán, donde se sentía feliz por la calidez genuina de la gente de Mérida, Chetumal y Campeche.

Incluso, en Isla Arena del vecino estado campechano hay un museo con trajes y fotos de sus películas más emblemáticas que él mismo donó.

«Recuerdo que la gente lloraba mucho, gritaba; con la noticia del fatal accidente hasta mi mamá se puso a llorar. En eso llegó mi hermano acompañado de dos amigos y dijo: ´Vamos a donde se estrelló el avión de Pedro Infante, vamos a verlo’. Pues dije: ´¡vamos!´ y me colé con ellos y nos fuimos».

«Cuando llegamos había humo, fierros, estaban los bomberos, el Ejército. Una barbaridad de gente llorando, gritando, es todo lo que recuerdo de ese día trágico del 15 de abril de 1957. La multitud decía: ahí está Irma Dorantes, ahí está Angel Infante, esa es doña Cuquita, lo recuerdo bien, pero no alcanzaba a verlos porque estaba chiquito y me tapaba la gente», relata y su mirada se entristece.

Han pasado 65 años, pero don Roger Cantillo vuelve a recordar lo sucedido ese día trágico en el que también murieron el piloto Víctor Manuel Vidal Lorca, el mecánico Mariano Bautista, la joven Ruth Rossel y el niño Baltazar Martín Cruz.

Don Roger ha leído muchos artículos sobre Pedro Infante, pero dice que nadie menciona lo que comentaban sus padres.

«Mis padres crecieron por el rumbo de El Fénix y me contaban que Pedro Infante iba por esos rumbos. Donde ahora está la escuela Agustín Vadillo Cicero y el IMSS antes era un campo grandísimo donde paraban los aviones, de carga y muchas veces ahí estaba Pedro Infante piloteando», comenta sobre TAMSA.

Un día su mamá y unas amigas fueron a ese campo para comprobar si era verdad que ahí estaba Pedro Infante y sí, lo vieron, hablaron con él y las invitó a dar una vuelta en una avioneta.

«Eran cuatro amigas, dos de apellido Magaña, otra Ascencio y mi madre Valencia, que volaron con Pedro Infante. Una de las amigas de mi mamá se hizo pipí en el avión, creo que por el asusto o por la emoción», agrega.

Dieron la vuelta a la ciudad y retornaron, no era la primera vez que Pedro infante iba a TAMSA, pues su pasión por los aviones era similar a la de las motocicletas, «de hecho, varias veces se le veía paseando por varios puntos de la ciudad en moto».

Otra anécdota que contaba mi papa es que Pedro iba al Fénix y tenía amistad con Fernando Casanova, un señor que le gustaba proyectar películas en los pueblos y tenía una casa que estaba frente a la Cordelería Lourdes, donde actualmente hay un fraccionamiento.

Ahí se reunía con don Fernando y se ponían a vacilar.

Decían que Pedro Infante no tomaba, pero participaba en las tertulias, tocaba el piano y cantaba, se divertía con sus amigos.

Se habla mucho que el Idolo de Guaúmuchil no ha muerto, pero por lo que viví cuando tenía siete años, tengo la seguridad que sí murió.

Además, don Roger cree que hay matrículas de vuelo que podrían servir como referencia y prueba irrefutable que iba acompañado del capitán y su mecánico de vuelo.

–¿A qué atribuye que después de 65 años de su partida física, la gente lo siga amando?

–Porque en la vida real era un hombre humilde, que la fama, el dinero y la popularidad no se le subieron a la cabeza. Pedro Infante era un famoso de buen corazón y así será por siempre –explica don Roger, quien espera volver a La Esquina de La Socorrito para saludar a Armando «El Torito» Infante, el hijo menor del Idolo de México que sigue vivo en la memoria de los mexicanos.

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