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Salvador Alvarado impulsó el movimiento feminista en Yucatán (X)

Por CARLOS SARABIA BARRERA

Como ya vimos, las energías del Gral. Alvarado sirvieron para concretar el bienestar económico y social de Yucatán. 

Hizo de este Estado un laboratorio de ideas radicales y de reformas legislativas y sociales, dos años antes de la revolución bolchevique rusa, y antes de que aprobaran la Constitución de 1917, en Querétaro. 

Es uno de los muchos y grandes logros de este estadista autodidacta, sin estudios universitarios. Sus conceptos ideológicos y sociales los plasmó en 753 decretos expedidos en dos años y nueve meses de gestión, en los que sobresalió, por primera vez en la historia de nuestro país, la inclusión y mejoramiento de vida de la mujer yucateca. 

En su libro «Mi actuación revolucionaria en Yucatán», escrito en 1918, el Caudillo explicó: «para que  la redención de los yucatecos fuese definitiva, dejé Yucatán sin alcohol, sin juego, sin corridas de toros, sin peleas de gallos, sin rifas, sin loterías, sin prostíbulos y sin vagos». 

Y vuelvo a repetirlo aunque haya  gente que no le agrade oírlo: A más de cien años de la gesta enorme de don Salvador, muchos yucatecos condenan la desmesura de sus métodos para erradicar las creencias religiosas, pero no hay que olvidar que Alvarado fue hombre de carne y hueso y, como tal, cometió errores a causa de su radicalismo contra la Iglesia; yerros que de ninguna manera deben distorsionar el conjunto y la magnitud de su obra. Sus acciones y decisiones fueron acordes a su época. Como jefe militar y gobernante hizo lo que consideró correcto. No podemos ni debemos calificar la obra de Alvarado reduciéndola a la persecución religiosa. 

Los beneficios que dejó a Yucatán y a México fueron mucho más cuantiosos que sus desaciertos. Fue la oposición de Venustiano Carranza la que detuvo al Benemérito en su propósito de imponer reformas sociales más profundas que hubiesen transformado de raíz la economía yucateca. 

Como dato curioso cabe narrar que en aquellos días difíciles, el Caudillo tuvo un amigo en el sacerdote Pablo Ortiz. Platicaban con frecuencia y entre broma y broma Alvarado propuso en varias ocasiones al padre Ortiz investirlo obispo para que encabezase una Iglesia independiente de Roma. El cura jamás aceptó. Un día, don Salvador le hizo esta pregunta: «¿Cómo haces creer a la gente que en ese pedazo de pan se encuentra el cuerpo de Cristo? El clérigo, sin inmutarse, respondió: «De la misma manera con que tú haces creer que los billetes que emite la Comisión Reguladora del Henequén representan oro». El mandatario cerró la plática con sonora carcajada.  

Una carta abierta publicada el 15 de agosto de 1919 en El Heraldo de México, periódico fundado por él, muestra de cuerpo entero al estadista visionario. Sus palabras impresionan y sorprenden porque a pesar de transcurrido más de un siglo, hasta hace poco tiempo podían ser aplicadas a la realidad política mexicana. Dijo: «De nada sirven los cambios de hombres en el poder si continuamos con los mismos sistemas. Mala, muy mala administración habrá en México mientras sigamos cometiendo el absurdo tradicional de confiar toda la vida del país a un solo hombre, con facultades para disponer de enormes sumas de dinero, del Ejército, de la Marina, de la resolución de todos los asuntos públicos y privados de todos los habitantes del país; que tiene el poder de declarar la guerra y hacer la paz, de enriquecer o arruinar regiones enteras, de erigir o matar industrias, de cuya voluntad depende el éxito de toda negociación o toda empresa, y la seguridad y prosperidad de todos y cada uno de nosotros. Mientras nos empeñemos en encomendar el gobierno a un solo hombre sufriremos las consecuencias. Malo un sistema donde la única condición para desempeñar los cargos públicos, desde los más importantes hasta los más ínfimos, sea la adhesión sin condiciones a la persona del caudillo. Esto no puede traer otra cosa que las desgracias y la vergüenza que la nación ha sufrido a través de su historia».

Fue en Yucatán, gracias al impulso y visión de Alvarado, donde surgió el primer movimiento feminista mexicano ya que en aquellos años había comunicación expedita a los EU y Europa, lugares donde iniciaron los primeros movimientos feministas a finales del siglo XIX y principios del XX. Los primeros congresos internacionales fueron en París, Londres, Washington y Chicago. No es extraño que esas ideas llegasen primero a nuestra península antes que a otras partes del país. 

La riqueza henequenera permitió que mujeres de la clase alta, mal llamadas de la Casta Divina, viajasen con frecuencia a Europa, vivieran y se educaran ahí. Las yucatecas de clase media también estuvieron más adelantadas que las de otras partes de la República porque, en 1846, la maestra estadunidense Enriqueta Dorchester abrió en Mérida la primera escuela primaria pública, no privada, para niñas. En 1870 un grupo de mujeres encabezado por la maestra y poetisa Rita Cetina Gutiérrez fundó la sociedad «Siempreviva» que, tras reunir fondos, abrió el 3 de mayo de 1870, una escuela particular para niñas que operó hasta 1886 cuando se fusionó con el gubernamental Instituto Literario de Niñas. Este liceo lo dirigió Rita Cetina y de sus aulas egresaron célebres maestras. 

Como dato importante cabe resaltar que el programa de estudios incluía Derecho Constitucional, Geometría, Geografía, Astronomía, Música y Lenguaje.- Carlos A. Sarabia y Barrera, Diciembre 15 de 2021. Continuará. 

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