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Mensaje de Año Nuevo de monseñor Gustavo Rodríguez Vega

Mensaje de Año Nuevo de monseñor Gustavo Rodríguez Vega, quien resaltó que la paz es un don de Dios que se debe conquistarlo día a día

Por Martha López Huan 

Foto de archivo

La fiesta de Año Nuevo es originalmente cristiana, pues los años se cuentan desde la llegada del Hijo de Dios a este mundo y en la Iglesia se prolongan hasta el bautismo del Señor, dijo el arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega. 

En su mensaje tradicional de Año Nuevo, habló del tiempo de Navidad en la que se celebra a la Sagrada Familia, a los Santos Inocentes, a María como Madre de Dios el primero de enero y la fiesta de la Epifanía (los Reyes Magos), en esta última se celebra la Navidad en el Oriente. 

«Muchos de ustedes asistirán a dar gracias a Dios por el año que termina y a encomendarse en el que comienza, en la misa del 31 de diciembre o también en las misas del 1º de enero, y encontrarán que es la misma liturgia de la Madre de Dios. 

Otros, ojalá que muchos, rezarán el Santo Rosario en Familia, antes de la tradicional fiesta del Año Nuevo. Busquemos el modo de hacer más y más cristianas nuestras fiestas», aseveró. 

En el mensaje también comentó: «tengamos en cuenta que el 1º de enero se celebra la Jornada Mundial de la Paz. 

La paz es un don de Dios que hay que conquistarlo día con día para conservar la paz interior, la paz en la familia, la paz en la sociedad.  

Mérida es una ciudad que tiene fama de vivir en paz, pues no hay violencia e inseguridad que tristemente acontece en tantos lugares de México, varios de los cuales están totalmente en manos del crimen organizado. 

Con el apoyo de la guía y la experiencia del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), la Pastoral Social en Yucatán está llevando a cabo algunos proyectos de fortalecimiento del tejido social en varios sectores de nuestra Arquidiócesis, mismos que consideramos de riesgo para la descomposición social. 

Lo más interesante del proyecto es que los principales protagonistas son los mismos vecinos. 

Recordemos que todos somos responsables de construir y sostener la paz. 

El reinado de nuestro Señor Jesucristo tiene entre sus notas el don de la paz, como Cristo la ofreció a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy» (Jn14, 27). 

También recordemos que Jesús envió a sus apóstoles, desde su primera misión, como mensajeros y portadores de la paz (cf. Lc 10, 5-7) y que, a la Madre de Jesús y Madre nuestra, la invocamos bajo el título de «Reina de la paz».  

No dejemos de orar por la paz: que este 2022 haya paz en el mundo, en México, en Yucatán, en cada familia y en cada corazón.  

Ya tenemos un adelanto del mensaje del Papa Francisco para esta próxima Jornada mundial de la paz, en el que nos propondrá la educación, trabajo y diálogo como herramientas para construir la paz. 

Otra intención que seguramente tenemos todos para este 2022 es pedir para que ya se pueda controlar totalmente la pandemia del Covid-19. 

Dios dé la vida eterna a quienes han fallecido por este flagelo o por cualquier otra causa y también conceda la salud a los que actualmente están enfermos de Coronavirus o cualquier mal. 

Así como nos preocupa la salud de nuestro cuerpo, más aún nos ha de preocupar la salud del alma. 

Les invito para que nos hagamos el santo propósito de iniciar, y seguir así todo el año, en paz con Dios y en paz con todos nuestros hermanos, los hijos de Dios.  

En el 2022 busquemos la santidad personal, sí es posible, el Señor no nos la hubiera ordenado desde el Antiguo Testamento, al decir: «Sean santos, porque yo, Yahveh, su Dios, soy santo» (Lv 11, 44), y Jesús no lo hubiera mandado a sus discípulos: «Ustedes, pues, sean perfectos, como es perfecto su Padre celestial» (Mt 5, 48). 

Envío un abrazo fraterno con mis mejores deseos para el 2022 a todos los hermanos de nuestra Arquidiócesis, pero también a todos  los hombres y mujeres de buena voluntad, teniendo en cuenta que todos necesitamos de todos, y que tenemos tareas comunes para el bien común de Yucatán, para cuidar nuestra casa, para fortalecer el tejido social, y así juntos construyamos la paz, como la gran familia que somos». 

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