Libre Expresión

El General Alvarado deja Yucatán (Capítulo XVII)

A lo largo del desarrollo de esta biografía hemos visto que el Gral. Salvador Alvarado tuvo una densa carrera revolucionaria, que inició prácticamente desde los albores del siglo XX, y que fue probablemente magonista, maderista y constitucionalista. En 1915 su vida dio un giro inesperado cuando don Venustiano Carranza lo designó jefe militar de la región sureste –comprendía los estados de Tabasco, Campeche, Yucatán, Chiapas y el territorio de Quintana Roo– para derrotar al líder henequenero Abel Ortiz Argumedo. Una vez que tomó el control de la región, puso en práctica sus ideales sociales modernizadores y obtuvo reputación política en la península yucateca. 

En 1919 Alvarado aparecía como «el hombre fuerte» de Yucatán, lugar a donde exportó la revolución. El prestigio adquirido le valió para gobernar Yucatán con mano dura, en una especie de socialismo, todo lo cual permitió la destrucción de monopolios henequeneros a través de la Reguladora del Henequén, compañía que manejaba él mismo. 

Quizá después de Pablo González, el más presidenciable de los generales revolucionarios era Alvarado, pero el 

trato entre Alvarado y Venustiano Carranza había sufrido cambios importantes en 1917, al iniciar la presidencia del último, en gran medida porque Alvarado no ocupó la gubernatura constitucional de Yucatán –ni siquiera pudo lanzar su candidatura– por no ser nativo del estado, ni tener cinco años viviendo en la entidad. 

En febrero de 1918 se convocó a elecciones en Yucatán y triunfó el aspirante del Partido Socialista, Carlos Castro Morales, líder de un sector ferrocarrilero y cercano a la política carrancista. 

Sin cargo público alguno, Alvarado terminó la redacción de su libro «Mi actuación revolucionaria en Yucatán» y, en agosto de 1917, se trasladó a Oaxaca para tomar las riendas de la jefatura de operaciones militares de Chiapas, Tabasco, el Istmo (distritos de Juchitán, Tehuantepec y Choapam del estado de Oaxaca) y parte del sur veracruzano para combatir el movimiento liderado por el general Félix Díaz, quien había regresado al país proveniente de Estados Unidos. 

Después de enfrentar los brotes felixistas en el sureste mexicano, fue puesto en disponibilidad en el ejército; sustituyéndolo el general Alejo González. 

Cansado de la lucha armada, Alvarado buscó una vida más relajada y en marzo de 1919 se mudó a la Ciudad de México, donde vivió en la colonia Roma. En su nueva residencia se dedicó a la redacción final de su libro «La reconstrucción de México», en el que plasmó sus propuestas de reformas sociales y refutó algunas de las críticas a las que habían sido sometidas sus políticas reformistas en la península yucateca. 

El sinaloense siempre afirmó que no entraría a la disputa por ocupar la silla presidencial en 1920, no obstante, comenzó a cuestionar la situación en la que México se encontraba tras concluir la lucha armada, sobre todo porque las elecciones para definir al sucesor de Carranza se acercaban. Publicó sus propuestas gobiernistas en «La reconstrucción de México», obra dividida en tres tomos. En el primero se enfocó a analizar diversos problemas: la mala administración de los recursos naturales (subrayó el caso del petróleo), el agrario, la crisis económica, la deuda pública y diversos tópicos de la economía internacional y la diplomacia. En el segundo se encargó de estudiar los problemas sociales, entre los que se encontraban las diferencias de clase, la educación y la situación de la mujer. El tercero lo dedicó a diversos aspectos de índole política como el ejército, la cuestión laboral, el problema urbano, la problemática electoral, la libertad municipal y llamó la atención sobre la necesidad de reorganizar casi en su totalidad el gobierno mexicano. Su incomodidad respecto a la situación mexicana era, pues, evidente. 

Por esos mismos días, el 27 de abril de 1919, se publicó por primera vez el diario El Heraldo de México bajo la dirección del ingeniero Modesto C. Rolland y financiado por el general Salvador Alvarado, que era el propietario. La fundación de un periódico no le era desconocida al general divisionario, pues días después de su arribo a Yucatán creó La Voz de la Revolución, que comenzó a publicarse el 25 de marzo de 1915 en las instalaciones de La Revista de Yucatán. Su director fue Antonio Ancona Albertos. 

Lo anterior no sólo lo dotó de experiencia para crear un órgano de difusión impreso, sino también lo llevó a conformar un grupo de trabajo que aparecería, años después, en El Heraldo. 

El periódico surgió para difundir las ideas revolucionarias alvaradistas, reflejó las posturas de la reconstrucción y sus aspiraciones políticas en los comicios a efectuarse en julio del siguiente año. 

¿Alvarado en realidad aspiraba o no a ocupar la silla presidencial? El diario y su libro parecían demostrar lo contrario.

Los rumores dentro de los círculos políticos afirmaron, poco antes de que hiciera su aparición el órgano de propaganda del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) –de forma no oficial el partido más cercano a Álvaro Obregón–, El Monitor Republicano, que dicho periódico se enfrascaría en una lucha informativa con El Heraldo de México porque Salvador Alvarado y Álvaro Obregón ni siquiera podían verse cara a cara. 

Aseguraba Mario Méndez, director de Telégrafos, que cuando los periódicos ya estuvieran «bien agarrados, saldrán ellos [los hombres cercanos a Carranza] con un candidato civil que será la tabla de salvación entonces. Ya se ve que con hombres tan atrasados así en política, no hay que temer, aunque sí deben tomarse precauciones». La realidad no se diferenció demasiado de lo que se planteaba a mediados de julio de 1919; los periódicos en cuestión se vieron inmiscuidos en diversas polémicas, relacionadas principalmente con las propuestas de Alvarado y Obregón, que causó ahondara la enemistad entre ambos personajes.- Carlos A. Sarabia y Barrera, Febrero 1 de 2022. Continuará. 

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