Libre Expresión

Álvaro Obregón, enemigo poderoso de Salvador Alvarado (Capítulo XVIII)

¿Por qué se afirmaba que Obregón y Alvarado ni siquiera podían verse?, ¿cuál era la relación entre ambos generales?,¿Alvarado buscaba una revancha política en 1920? En este capitulo comprenderemos algunas de las motivaciones de Alvarado para competir, ya fuera como candidato o no, en los comicios de 1920.

El trato entre Obregón y Alvarado fue tenso desde que se conocieron, sobre todo después de la lucha contra el orozquismo en 1912, momento en que Obregón, presidente municipal de Huatabampo, organizó el 4º batallón de fuerzas irregulares. Terminada la lucha antiorozquista, el sonorense volvió a Hermosillo con el grado de coronel, su prestigio había subido como la espuma para escozor de algunos jefes de mayor jerarquía hasta entonces, como Salvador Alvarado, cuyo rango de mayor permaneció estable pese a sus servicios en la misma campaña. Alvarado contaba con una carrera revolucionaria más larga que Obregón, quien no había participado en la asonada maderista.

Al iniciar la lucha contra Huerta, el gobernador de Sonora Ignacio L. Pesqueira, dividió en tres sectores el estado otorgando jefaturas militares a cada uno de ellos: en el norte Juan G. Cabral; en el sur Benjamín Hill; en el centro Salvador Alvarado; quien ascendió a teniente coronel el 1 de marzo y a coronel el 5 del mismo mes de 1913. Sin embargo, el nombramiento más importante, la jefatura de la sección de guerra, fue ocupada por Obregón. 

Durante la batalla de Santa Rosa, Sonora, a principios de mayo de 1913, Obregón había prescindido de Salvador Alvarado para continuar el avance hacia el sur. No obstante, la emboscada contra el Ejército Federal que había planeado el jefe de guerra en dicha plaza no funcionó y fue necesario el arribo de Alvarado, quien se encontraba en Hermosillo. Su llegada fue clave para obtener la victoria. ¿Por qué lo había dejado fuera de esa fase de la campaña? No lo había hecho por dudar de sus aptitudes militares, sino por su «abierta animosidad, su indisciplina y convicción altanera de que Obregón no tenía más méritos que él para ocupar el sitio que ocupaba». 

Esta rivalidad no disminuyó con el transcurrir de los meses, sino todo lo contrario. El triunfo en Santa Rosa los llevó a ambos a obtener el grado de general brigadier, sólo debajo del gobernador Pesqueira. Los triunfos comenzaron a caer con gran velocidad, después de Santa Rosa vino Santa María y más adelante la decisión de llevar a cabo un cerco sobre Guaymas, donde salió a relucir más que nunca la animadversión entre ambos mílites. Los constantes conflictos de liderazgo impulsaron a Obregón a dejar estático a Alvarado «en Sonora al frente de las fuerzas yaquis que no querían salir del estado, cuidando el puerto inerte, mientras él se dirigía al sur sin esa sombra competitiva y molesta que tantos conflictos le había provocado». 

Al iniciar la pugna presidencial, Salvador Alvarado –como era de suponerse– no apoyó la candidatura de Obregón e, incluso, El Heraldo de México pidió al sonorense replantear su manifiesto del 1 de junio de 1919, pese a que algunos puntos del texto coincidían con las críticas del propio diario hacia la situación política imperante, como lo era el fracaso y ruptura del Partido Liberal Constitucionalista debido a su indisciplina y alejamiento de los ideales revolucionarios.

En su obra «La reconstrucción de México», Alvarado arremetió contra el manifiesto de Obregón. Allí aseveró que la elaboración de una «Manifestación al pueblo», de una «Proclama» o de un «Programa de gobierno», como todos los conocidos, calcado en los que han sufrido tan hondo desprestigio, es obra de poco momento: la literatura de esos documentos insubstanciales y que a nadie engañan ni mucho menos convencen […] (Alvarado, 1919, t. i, p. 129, las mayúsculas aparecen en el original). Era necesario «concederles la jubilación por inútiles», terminaba diciendo. 

Estas palabras fueron sólo el inicio de una abierta actitud belicosa de Alvarado.

El Heraldo criticó el manifiesto en su totalidad. La tendencia del diario fue de absoluto rechazo hacia el texto obregonista debido a «su anacronismo, espíritu antidemocrático y poco republicano» que sólo «periódicos venales podían defender». La polémica periodística entre obregonistas y alvaradistas encontró aquí su inicio.

El 13 de agosto de 1919 Alvarado escribió una carta abierta dirigida al presidente Venustiano Carranza, y a los generales Pablo González y Álvaro Obregón a través de la que buscó conciliar las diversas posturas políticas, pero al mismo tiempo trató de fortalecer su propia campaña y consolidar una base de apoyo iniciada meses atrás. En la epístola resumió los principales preceptos plasmados en su obra «La reconstrucción de México». Alvarado los exhortaba a reflexionar sobre los problemas que aquejaban al país: la pacificación, el ejército, la administración de justicia, la cuestión agraria y obrera, las deficiencias educativas, la banca, el «peligro de la contienda electoral y la división del Partido revolucionario».

Los argumentos de Alvarado estaban encaminados a poner énfasis en la organización de una convención revolucionaria para designar un candidato que no tuviera grado de general de división, y de esta forma no surgieran problemas entre los líderes revolucionarios; todo ello con el fin de iniciar la «reconstrucción» nacional. Sin embargo, aseveró que «la división de nuestro Partido se está consumando y como consecuencia inevitable se han formado dos fracciones personalistas que sostienen a sus respectivos candidatos, y que están dispuestos a entablar una estéril lucha, llena de desahogos y apasionamientos, cuyo final acarreará grandes males a la Nación».

El sinaloense llamaba la atención a la necesidad de que se llevaran en orden los comicios federales de 1920. Para ello pedía el apoyo de Carranza y conminaba a los candidatos a abandonar su ambición presidencial:

«si mis esperanzas no son vanas y mis antiguos compañeros de armas los generales Obregón y González aceptan mi proposición, deberán renunciar a sus respectivas candidaturas a la Presidencia de la República y como ellos cualquier otro general de División a quien se le proponga su postulación, pues el objeto de unificar los trabajos del grupo revolucionario y de todos los hombres de buena fe, de voluntad y de carácter, no es reñir por alcanzar el poder, sino reconstruir el país y salvarlo de los graves e inminentes peligros que lo amenazan».- Carlos A. Sarabia y Barrera, Enero 8 de 2022. Continuará

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