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 ¿Clasismo y discriminación en Yucatán? Para meditar…

LA VISIÓN DE CARONTE

Por Miguel II Hernández Madero

Ocurrió hace unas semanas, en febrero, no me lo cuentan, yo lo viví y no lo escribí entonces porque hubiese sido desde el coraje, esperé a analizar las cosas y sólo exponer lo ocurrido.

Para algunos será motivo de broma, burla o decir que es mentira porque a ellos no les ha pasado; lamentablemente a mi sí, no quiero asumir que fue por ser moreno, prefiero pensar fue una serie de desafortunadas circunstancias.

Sin más preámbulos: un domingo quise celebrar el cumpleaños atrasado de mi hija y decidimos ir a un buffet en conocido hotel del centro de Mérida. Pregunté en la entrada si tenían lugar y muy amablemente el personal me indicó que sí, con una sonrisa me invitaron a pasar.

En el interior el restaurante tenía unas cuantas mesas ocupadas por lo tanto había muchas vacías y me encaminé a una que estaba cerca de la barra de alimentos. Antes de poder sentarme se me aproximó un hombre de mediana edad, asumo que el jefe de meseros preguntándome qué hacía ahí.

-Vengo por el buffet (respuesta obvia, pensé)

– ¿Tiene reservación?

-No, en la puerta me indicaron que había suficiente lugar -, respondí con calma.

-Estamos llenos -, me respondió secamente el trabajador (no es despectivo, en realidad trabaja ahí).

Yo en respuesta miré en derredor y luego fijé la vista en esa persona y con un suave movimiento de mano le señalé hacia las mesas vacías

-Si gusta puede sentarse en esas mesas (me señaló unas lejanas, pagadas a la pared)

– ¿Me puede explicar porque esa resistencia a dejarme sentar aquí, donde no hay nadie? (Sin levantar la voz, pero sin dejar de mirarlo).

-Es que esta mesa está sucia (corrigió)

-Puedo ir a esta otra (respondí, señalando la mesa a lado)

-Es que son para cuatro personas y ustedes sólo son dos (me dijo autoritario)

-Ya me cambiaste tu argumento -le dije calmadamente – ¿estás seguro que no tienes otro motivo? Fíjate que hay pocas mesas ocupadas y en varias de ellas hay sólo dos personas comiendo. (Yo esperaba la llegada de mi hijo y mi nuera)

Todo había sido en voz baja, sin llamar la atención. Creo que ese jefe de meseros valoró la situación, acabó por ordenar que le pasaran el trapo a la mesa y nos permitieron sentar.

Aclaro, no iba en short o bermudas, como sí estaban varios de sus comensales, ni llevaba alpargatas, huaraches, camisetas o algo así, tampoco mi hija. Quienes me conocen saben cómo visto, muy conservador.

No entiendo qué pasó, lo que sí asumo es que al haber respondido calmadamente a esa actitud, permitió que las cosas se resolvieran pacíficamente en unos minutos, sin darle pretexto para decirme grosero o prepotente.

Ojalá sea un caso aislado, fruto de un mal día de esa persona, en vez de práctica común en el restaurante de hotel, del cual omito el nombre, para que no se victimicen.

Hasta la próxima…

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